Simon Dale tiene 33 años, dos hijos, y entre sus aspiraciones vitales no entraban una hipoteca ni el modo de vida urbano. Con poco más de 5.000 euros, unas pocas herramientas y aprovechando lo máximo posible los materiales que le ofrecía el terreno, la familia Dale se instaló en la comunidad en cuatro meses.
Su casa no tiene agua corriente ni electricidad según los estándares de vida occidentales pero el aprovechamiento eficaz de las fuentes naturales y del agua de lluvia, así como de los paneles solares sirve para satisfacer sus necesidades. Esta familia y todas las del asentamiento comen aquello que cultivan y crían y sacan algo de dinero de la venta de excedentes a poblaciones cercanas. Viven con lo que la tierra es capaz de darles.
Según el informe Planeta Vivo 2012 el ser humano en su conjunto consume un 50% por encima de los recursos que la Tierra puede producir de manera sostenible, es decir, como si hubiera otra Tierra más a su disposición. Este poblado galés y otros como él defienden la idea de que otros modos de vida más ajustados a la capacidad de abastecimiento del planeta es posible y deseable.
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